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Carta a los Hebreos




Capítulo

La nueva Alianza

(Jr 31,31-34)
1 Llego al punto central de mi exposición. Tenemos un sumo sacerdote que tomó asiento en el cielo a la derecha del trono de Dios.
2 Él es el ministro del santuario y de la verdadera morada, construida por el Señor y no por hombres.
3 Todo sumo sacerdote es nombrado para ofrecer dones y sacrificios; luego también éste necesitaba algo que ofrecer.
4 Si Jesús estuviera en la tierra, no sería sacerdote, ya que hay otros que ofrecen legalmente dones.
5 Pero el culto que ellos ofician es una figura y sombra de las realidades celestiales, como dice el oráculo que recibió Moisés para fabricar la tienda: Atención, haz todo según el modelo que te mostraron en el monte.
6 Ahora bien, él ha recibido un ministerio superior, ya que es mediador de una alianza mejor, fundada sobre promesas mejores.
7 Porque si la primera Alianza hubiera sido irreprochable, no habría lugar para la segunda.
8 Pero él pronuncia un reproche: Miren que llegan días –oráculo del Señor– en que haré una alianza nueva con la Casa de Israel y con la Casa de Judá;
9 no será como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; ya que ellos no permanecieron fieles a mi alianza y yo me desentendí de ellos –dice el Señor–.
10 Así será la alianza que haré con la Casa de Israel en el futuro –oráculo del Señor–: Pondré mi ley en su conciencia, la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
11 No tendrá que instruir uno a su prójimo, otro a su hermano, diciendo: tienes que conocer al Señor; porque todos, grandes y pequeños me conocerán.
12 Porque yo perdonaré sus culpas y olvidaré sus pecados.
13 Al decir nueva, declara vieja la primera. Y lo que envejece y queda anticuado está a punto de desaparecer.



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