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Carta a los Hebreos
Capítulo 
1 |
Por eso dejaremos lo elemental de la doctrina cristiana y nos ocuparemos de lo maduro. No vamos a echar otra vez los cimientos, o sea: el arrepentimiento de las obras que llevan a la muerte, la fe en Dios,
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2 |
las enseñanzas sobre el bautismo y la imposición de manos, la resurrección de muertos y el juicio definitivo.
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3 |
Eso lo haremos, si Dios nos lo permite.
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4 |
Porque los que una vez han sido iluminados y han gustado el don celestial, los que han participado del Espíritu Santo,
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los que han saboreado la Palabra buena de Dios y las maravillas del mundo venidero;
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6 |
si después apostatan, ya no se les puede hacer volver a Dios, porque ellos mismos están crucificando de nuevo y exponiendo a la burla de todos al Hijo de Dios.
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7 |
Una tierra que bebe la lluvia frecuente y produce plantas útiles para los que la cultivan recibe una bendición de Dios;
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8 |
pero si da cardos y espinas, es inútil y poco menos que maldita, y terminará quemada.
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9 |
Queridos hermanos, aunque hayamos hablado así creemos que ustedes se encuentran en una situación mejor, la que conduce a la salvación;
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10 |
ya que Dios es justo y no olvida sus obras ni el amor que mostraron en su Nombre sirviendo antes y ahora a los consagrados.
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11 |
Pero deseamos que cada uno de ustedes muestre hasta el final el mismo entusiasmo, para alcanzar lo que esperan.
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12 |
No queremos que se vuelvan perezosos, sino imitadores de los que, por la fe y la paciencia, heredan las promesas.
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13 |
Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, como no tenía nadie más grande que él por quien jurar, juró por sí mismo
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diciendo: Te he de bendecir, he de multiplicar tu descendencia.
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15 |
Abrahán tuvo paciencia y alcanzó lo prometido.
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16 |
Los hombres juran por alguien más grande, y el juramento confirma y deja de lado cualquier discusión.
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17 |
Así Dios, queriendo probar abundantemente a los herederos de la promesa que su decisión era definitiva, interpuso un juramento.
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18 |
Así, tenemos dos realidades seguras, promesa y juramento, en las que Dios no puede mentir. En ellas, los que hemos buscado refugio agarrándonos a la esperanza que se nos ofrece, tenemos un consuelo válido.
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19 |
Esta esperanza es como un ancla firme y segura del alma, que penetra más allá de la cortina del Templo,
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20 |
allí donde Jesús entró por nosotros, como precursor, nombrado sumo sacerdote perpetuo según el orden de Melquisedec.
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