 Volver Carta a los Hebreos
Capítulo 
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Cristo, Hijo de Dios y hombre glorificado
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Por tanto, para no ir a la deriva, debemos prestar más atención a lo que hemos oído.
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Porque si la ley promulgada por medio de los ángeles tuvo vigencia, de modo que cualquier transgresión o desobediencia recibió el castigo merecido,
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¿cómo nos libraremos nosotros si rechazamos semejante salvación? Fue anunciada primero por el Señor, nos lo confirmaron los que la habían escuchado
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y Dios añadió su testimonio con señales y portentos, con toda clase de milagros y dones del Espíritu repartidos según su voluntad.
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Porque Dios no sometió a los ángeles el mundo futuro del que hablamos,
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como atestigua alguien cuando dice: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él o el ser humano para que te ocupes de él?
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Lo hiciste poco menos que los ángeles, lo coronaste de gloria y honor,
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todo lo sometiste bajo sus pies. Al someterle todo, no deja nada sin someter. De hecho, ahora no vemos aún que todo le esté sometido.
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Vemos, en cambio, a Jesús, que por la pasión y muerte fue algo inferior a los ángeles, coronado de gloria y honor. Así, por la gracia de Dios, padeció la muerte por todos.
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Pionero de la salvación y Sumo Sacerdote
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En efecto, convenía que Dios, por quien y para quien todo existe, queriendo conducir a la gloria a muchos hijos, llevara a la perfección por el sufrimiento al jefe y salvador de todos ellos.
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El que consagra y los consagrados tienen todos un mismo origen por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,
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cuando dice: Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré,
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y también: He puesto en él mi confianza, yo y los hijos que Dios me dio.
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Así como los hijos de una familia tienen una misma carne y sangre, también Jesús participó de esa condición, para anular con su muerte al que controlaba la muerte, es decir, al Diablo,
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y para liberar a los que, por miedo a la muerte, pasan la vida como esclavos.
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Está claro que no vino en auxilio de los ángeles, sino de los descendientes de Abrahán.
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Por eso tenía que ser en todo semejante a sus hermanos: para poder ser un sumo sacerdote compasivo y fiel en el servicio de Dios para expiar los pecados del pueblo.
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Como él mismo sufrió la prueba, puede ayudar a los que son probados.
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