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Hechos de los Apóstoles




Capítulo

Ananías y Safira

1 Un tal Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una posesión,
2 se quedó con parte del dinero, llevó lo restante y lo puso a disposición de los apóstoles.
3 Pedro le dijo:
—Ananías, ¿Por qué dejaste que Satanás se adueñara de ti y mentiste al Espíritu Santo quedándote con parte del precio del campo?
4 ¿No podías conservarlo? O, si lo vendías, ¿no podías quedarte con el precio? ¿Qué te movió a proceder así? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
5 Al oír estas palabras, Ananías cayó muerto y los que lo oyeron se atemorizaron.
6 Fueron unos muchachos, lo cubrieron y lo llevaron a enterrar.
7 Unas tres horas más tarde llegó su esposa sin saber lo sucedido.
8 Pedro le dirigió la palabra:
—Dime, ¿vendieron el campo a este precio?
—Sí –contestó–.
9 Pedro replicó:
—¿Por qué se pusieron de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, los que han enterrado a tu marido están ya pisando el umbral de la puerta para llevarte también a ti.
10 Al instante cayó muerta a sus pies. Entraron los muchachos y la encontraron muerta; la sacaron y la enterraron junto a su marido.
11 Toda la Iglesia y cuantos se enteraron quedaron llenos de temor.

Tercer informe: milagros

(Lc 4,38-41; 5,12-26)
12 Los apóstoles realizaban muchas señales y milagros entre el pueblo. Todos íntimamente unidos acudían al pórtico de Salomón;
13 pero de los extraños nadie se atrevía a juntarse con ellos aunque el pueblo los estimaba mucho.
14 Se les iba agregando un número creciente de creyentes en el Señor, hombres y mujeres;
15 y hasta sacaban los enfermos a la calle y los colocaban en catres y camillas, para que al pasar Pedro, al menos su sombra los cubriera.
16 También los vecinos de los alrededores de Jerusalén llevaban enfermos y poseídos de espíritus inmundos, y todos se sanaban.

Persecución

17 Entonces el sumo sacerdote y los suyos, es decir, el partido saduceo, llenos de celos,
18 hicieron arrestar a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública.
19 Pero de noche el ángel del Señor les abrió las puertas, los sacó de la prisión y les encargó:
20 —Vayan al templo y anuncien al pueblo este nuevo modo de vida.
21 Los apóstoles obedecieron y por la mañana muy temprano entraron al templo y se pusieron a enseñar.
Entre tanto, se presentó el sumo sacerdote con los suyos, convocaron el Consejo y a todo el senado del pueblo de Israel, y enviaron gente a la cárcel para traerlos.
22 Cuando los guardias llegaron a la prisión no los encontraron y volvieron
23 con este informe:
—Encontramos la cárcel asegurada con cerrojos, los guardias de pie junto a la puerta; abrimos y no encontramos a nadie dentro.
24 Al oír el informe, el comisario del templo y los sumos sacerdotes quedaron desconcertados, sin entender lo que había sucedido.
25 En ese momento se presentó uno y anunció:
—Los hombres que ustedes encarcelaron están en el templo instruyendo al pueblo.
26 Entonces el comisario del templo salió con sus ayudantes y trajeron a los apóstoles, pero sin violencia, porque temían que el pueblo los apedrease.
27 Los condujeron y los presentaron al Consejo.
El sumo sacerdote los interrogó:
28 —Les habíamos ordenado no enseñar mencionando ese nombre, y han llenado Jerusalén con su doctrina y quieren hacernos responsables de la muerte de ese hombre.
29 Pedro y los apóstoles replicaron:
—Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
30 El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, a quien ustedes ejecutaron colgándolo de un madero.
31 A él, Dios lo ha sentado a su derecha, nombrándolo jefe y salvador, para ofrecer a Israel el arrepentimiento y el perdón de los pecados.
32 De estos hechos, nosotros somos testigos con el Espíritu Santo que Dios concede a los que creen en él.
33 Al oír estas cosas se indignaron y, deliberaban condenarlos a muerte.
34 Entonces un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, muy estimado de todo el pueblo se levantó y ordenó que hicieran salir a los acusados.
35 Luego se dirigió a la asamblea diciendo:
—Israelitas, fíjense bien en lo que van a hacer con estos hombres.
36 Porque no hace mucho surgió Teudas que se hacía pasar por un gran personaje, y le siguieron unos cuatrocientos hombres. Lo mataron y todos sus seguidores se dispersaron y acabaron en nada.
37 Más tarde, durante el censo, surgió Judas el Galileo y arrastró mucha gente del pueblo. También él pereció y todos sus partidarios se desparramaron.
38 Por eso, ahora les aconsejo que no se metan con esos hombres, sino que los dejen en paz, porque si esta idea o esta obra que ellos intentan hacer fuera cosa de hombres, fracasará;
39 pero si es cosa de Dios, no podrán destruirlos y estarán luchando contra Dios.
Le hicieron caso,
40 llamaron a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los despidieron.
41 Ellos se marcharon del tribunal contentos de haber sido considerados dignos de sufrir desprecios por el nombre de Jesús.
42 Y no cesaban todo el día, en el templo o en casa, de enseñar y anunciar la Buena Noticia del Mesías Jesús.



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