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Juan
Capítulo 
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Sana a un enfermo en la piscina de Betesda
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(cfr. Mt 9,1-8; Mc 2,1-12; Lc 5,17-26)
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1 |
Pasado algún tiempo, celebraban los judíos una fiesta, y Jesús subió a Jerusalén.
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2 |
Hay en Jerusalén, junto a la puerta de los Rebaños, una piscina llamada en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos.
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3 |
Yacía en ellos una multitud de enfermos, ciegos, cojos y lisiados, que aguardaban a que se removiese el agua.
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4 |
De vez en cuando bajaba el ángel del Señor a la piscina y agitaba el agua, y el primero que se metía apenas agitada el agua, se sanaba de cualquier enfermedad que padeciese.
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5 |
Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
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6 |
Jesús lo vio acostado y, sabiendo que llevaba así mucho tiempo, le dice: —¿Quieres sanarte?
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7 |
Le contestó el enfermo: —Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando yo voy, otro se ha metido antes.
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8 |
Le dice Jesús: —Levántate, toma tu camilla y camina.
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9 |
Al instante aquel hombre quedó sano, tomó su camilla y empezó a caminar. Pero aquel día era sábado;
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por lo cual los judíos dijeron al que se había sanado: —Hoy es sábado, no puedes transportar tu camilla.
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11 |
Les contestó: —El que me sanó me dijo que tomara mi camilla y caminara.
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12 |
Le preguntaron: —¿Quién te dijo que la tomaras y caminaras?
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13 |
Pero el hombre sanado lo ignoraba, porque Jesús se había retirado de aquel lugar tan concurrido.
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14 |
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: —Mira que has sanado. No vuelvas a pecar, no te vaya a suceder algo peor.
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15 |
El hombre fue y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
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16 |
Por ese motivo perseguían los judíos a Jesús, por hacer tales cosas en sábado.
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17 |
Pero Jesús les dijo: —Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo.
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18 |
Por eso los judíos tenían aún más deseos de matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino además llamaba Padre suyo a Dios, igualándose a Él.
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19 |
Jesús tomó la palabra y les dijo: —Les aseguro: El Hijo no hace nada por su cuenta si no se lo ve hacer al Padre. Lo que aquél hace lo hace igualmente el Hijo.
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20 |
Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace; y le mostrará obras más grandes aún para que ustedes queden maravillados.
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21 |
Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, del mismo modo el Hijo da vida a los que él quiere.
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22 |
El Padre no juzga a nadie sino que encomienda al Hijo la tarea de juzgar,
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para que todos honren al Hijo como honran al Padre. Quien no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió.
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24 |
Les aseguro que quien oye mi palabra y cree en aquel que me ha enviado tiene vida eterna y no es sometido a juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.
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25 |
Les aseguro que se acerca la hora, ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán.
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26 |
Así como el Padre posee vida en sí, del mismo modo hace que el Hijo posea vida en sí;
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y, puesto que es el Hijo del Hombre, le ha confiado el poder de juzgar.
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28 |
No se extrañen de esto: llega la hora en que todos los que están en el sepulcro oirán su voz:
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29 |
los que hicieron el bien resucitarán para vivir, los que hicieron el mal resucitarán para ser juzgados.
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30 |
Yo no puedo hacer nada por mi cuenta; juzgo por lo que oigo, y mi sentencia es justa, porque no pretendo hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
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El testimonio de Dios legitima a Jesús
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31 |
Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido.
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32 |
Otro atestigua a mi favor, y yo sé que su testimonio a mi favor es verdadero.
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33 |
Ustedes enviaron una delegación a Juan y él dio testimonio de la verdad.
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34 |
Y, aunque yo no me apoyo en testimonio humano, digo esto para la salvación de ustedes.
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35 |
Él era una lámpara que ardía y alumbraba, y ustedes quisieron disfrutar un rato de su luz.
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36 |
Yo tengo un testimonio más valioso que el de Juan: las obras que mi Padre me encargó hacer y que yo hago atestiguan de mí que el Padre me ha enviado.
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37 |
También el Padre que me envió da testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz, ni han visto su rostro,
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y su palabra no permanece en ustedes, porque al que él envió no le creen.
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39 |
Estudian la Escritura pensando que encierra vida eterna, porque ella da testimonio de mí;
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pero ustedes no quieren venir a mí para tener vida.
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41 |
Yo no recibo honores de los hombres;
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además yo sé que ustedes no poseen el amor de Dios.
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43 |
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me reciben; si otro viniera en nombre propio, lo recibirían.
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44 |
¿Cómo pueden creer, si viven pendientes del honor que se dan unos a otros, en lugar de buscar el honor que sólo viene de Dios?
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45 |
No piensen que seré yo el que los acuse ante el Padre; los acusará Moisés, en quien confían.
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46 |
Porque si creyeran a Moisés, también creerían en mí, ya que él escribió acerca de mí.
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47 |
Y si no creen lo que él escribió, ¿cómo creerán en mis palabras?
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