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Lucas
Capítulo 
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Mujeres que siguen a Jesús
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1 |
A continuación fue recorriendo ciudades y pueblos proclamando la Buena Noticia del reino de Dios. Lo acompañaban los Doce
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2 |
y algunas mujeres que había sanado de espíritus inmundos y de enfermedades: María Magdalena, de la que habían salido siete demonios;
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3 |
Juana, mujer de Cusa, mayordomo de Herodes; Susana y otras muchas, que los atendían con sus bienes.
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4 |
Se reunió un gran gentío y se añadían los que iban acudiendo de una ciudad tras otra. Entonces les propuso una parábola:
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5 |
—Salió el sembrador a sembrar la semilla. Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino; las pisaron y las aves del cielo se las comieron.
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6 |
Otras cayeron sobre piedras; brotaron y se secaron por falta de humedad.
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7 |
Otras cayeron entre espinos, y al crecer los espinos con ellas, las ahogaron.
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8 |
Otras cayeron en tierra fértil y dieron fruto al ciento por uno. Dicho esto, exclamó: —El que tenga oídos que escuche.
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9 |
Los discípulos le preguntaron el sentido de la parábola,
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10 |
y él les respondió: —A ustedes se les concede conocer los secretos del reino de Dios; pero a los demás se les habla en parábolas: Para que viendo, no vean, y escuchando, no comprendan.
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11 |
El sentido de la parábola es el siguiente: La semilla es la Palabra de Dios.
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12 |
Lo que cayó junto al camino son los que escuchan; pero enseguida viene el Diablo y les arranca del corazón la palabra, para que no crean y se salven.
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13 |
Lo que cayó entre piedras son los que al escuchar acogen con gozo la palabra, pero no echan raíces; ésos creen por un tiempo, pero al llegar la prueba se echan atrás.
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14 |
Lo que cayó entre espinos son los que escuchan, pero con las preocupaciones, la riqueza y los placeres de la vida se van ahogando y no maduran.
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15 |
Lo que cae en tierra fértil son los que escuchan la palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen y dan fruto gracias a su perseverancia.
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16 |
Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la coloca en el candelero para que los que entran vean la luz.
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17 |
No hay nada encubierto que no se descubra algún día, ni nada escondido que no se divulgue y se manifieste.
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(Mt 13,12; 25;29; Mc 4,25)
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18 |
Presten atención y oigan bien: porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará aun lo que parece tener.
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La madre y los hermanos de Jesús
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(Mt 12,46-50; Mc 3,31-35)
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19 |
Se le presentaron su madre y sus hermanos, pero no lograban acercarse por el gentío.
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20 |
Le avisaron: —Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
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21 |
Él les replicó: —Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
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(Mt 8,23-27; Mc 4,35-41; cfr. Sal 107,21-30)
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22 |
Uno de aquellos días subió él a una barca con los discípulos y les dijo: —Vamos a cruzar a la otra orilla del lago. Zarparon
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y, mientras navegaban, él se quedó dormido. Se precipitó un temporal sobre el lago, la barca se llenaba de agua y peligraban.
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24 |
Entonces fueron a despertarlo y le dijeron: —¡Maestro, que morimos! Él se despertó e increpó al viento y al oleaje; el lago se apaciguó y sobrevino la calma.
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25 |
Les dijo: —¿Dónde está la fe de ustedes? Ellos llenos de temor y admiración se decían: —¿Quién es éste que da órdenes al viento y al agua, y le obedecen?
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26 |
Navegaron hasta el territorio de los gerasenos, que queda enfrente de Galilea.
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27 |
Al desembarcar, le salió al encuentro un hombre de la ciudad, que estaba endemoniado. Llevaba bastante tiempo sin ponerse una túnica y no vivía en una casa, sino en los sepulcros.
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28 |
Al ver a Jesús, dio un grito, se echó ante él y dijo gritando: —¿Qué tienes contra mí, Hijo del Dios Altísimo?, te suplico que no me atormentes.
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29 |
Es que Jesús estaba mandando al espíritu inmundo salir de aquel hombre; ya que muchas veces se apoderaba de él; y aunque lo ataban con cadenas y grillos, rompía las cadenas y el demonio lo empujaba a lugares despoblados.
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30 |
Jesús le preguntó: —¿Cómo te llamas? Contestó: —Legión, porque habían entrado en él muchos demonios.
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31 |
Éstos le rogaban que no los mandase ir al abismo.
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32 |
Había allí una piara numerosa de cerdos pastando en el monte. Los demonios le suplicaron a Jesús que les permitiese entrar en los cerdos. Él se lo concedió;
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33 |
y los demonios, saliendo del hombre, se metieron en los cerdos. La piara, entonces, se abalanzó por un acantilado al lago y se ahogó.
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34 |
Al ver lo sucedido, los pastores escaparon y lo contaron en la ciudad y en los campos.
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35 |
Los vecinos salieron a ver lo sucedido y, llegando adonde estaba Jesús, encontraron al hombre del que habían salido los demonios, vestido y sentado, a los pies de Jesús y en su sano juicio. Y se asustaron.
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36 |
Los que lo habían visto les contaron cómo se había librado el endemoniado.
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37 |
Entonces todos los vecinos de la región de los gerasenos le rogaron a Jesús que se marchase; porque estaban muy atemorizados. Jesús se embarcó de vuelta.
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38 |
El hombre del que habían salido los demonios pidió quedarse con él. Pero Jesús lo despidió diciendo:
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39 |
—Vuelve a tu casa y cuenta lo que te ha hecho Dios. Él fue por toda la ciudad proclamando lo que había hecho Jesús.
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Sana a una mujer y resucita a una niña
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40 |
Cuando volvió Jesús, lo recibió la gente, porque todos lo estaban esperando.
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41 |
En esto se acercó un hombre, llamado Jairo, jefe de la sinagoga; cayendo a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa,
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porque su hija única, de doce años, estaba muriéndose. Mientras caminaba, la multitud lo apretujaba.
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43 |
Una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, que había gastado en médicos su entera fortuna y que nadie le había podido sanar,
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se le acercó por detrás y le tocó el borde de su manto. Al instante se le cortó la hemorragia.
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Jesús preguntó: —¿Quién me ha tocado? Y, como todos lo negaban, Pedro dijo: —Maestro, la multitud te cerca y te apretuja.
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46 |
Pero Jesús replicó: —Alguien me ha tocado, yo he sentido que una fuerza salía de mí.
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47 |
Viéndose descubierta, la mujer se acercó temblando, se postró ante él y explicó delante de todos por qué lo había tocado y cómo se había mejorado inmediatamente.
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48 |
Jesús le dijo: —Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz.
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49 |
Aún estaba hablando, cuando llegó uno de la casa del jefe de la sinagoga y le anuncia: —Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro.
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50 |
Lo oyó Jesús y respondió: —No temas; basta que creas y se salvará.
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51 |
Cuando llegó a la casa no permitió entrar con él más que a Pedro, Juan, Santiago y los padres de la muchacha.
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52 |
Todos lloraban haciendo duelo por ella. Pero él dijo: —No lloren, que no está muerta, sino dormida.
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53 |
Se reían de él, porque sabían que estaba muerta.
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54 |
Pero él, tomándola de la mano, le ordenó: —Muchacha, levántate.
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55 |
Le volvió el aliento y enseguida se puso de pie. Jesús mandó que le dieran de comer.
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56 |
Sus padres quedaron sobrecogidos de admiración y él les encargó que no contaran a nadie lo sucedido.
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