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Lucas




Capítulo

Llama a sus primeros discípulos

(cfr. Mt 4,18-22; Mc 1,16-20; Jn 1,35-51)
1 La gente se agolpaba junto a él para escuchar la Palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago de Genesaret.
2 Vio dos barcas junto a la orilla, los pescadores se habían bajado y estaban lavando sus redes.
3 Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la multitud desde la barca.
4 Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
—Navega lago adentro y echa las redes para pescar.
5 Le replicó Simón:
—Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices, echaré las redes.
6 Lo hicieron y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes.
7 Hicieron señas a los socios de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Llegaron y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
8 Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y dijo:
—¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!
9 Ya que el temor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que habían pescado.
10 Lo mismo sucedía a Juan y Santiago, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Jesús dijo a Simón:
—No temas, en adelante serás pescador de hombres.
11 Entonces, amarrando las barcas, lo dejaron todo y le siguieron.

Sana a un leproso

(Mt 8,1-4; Mc 1,40-45)
12 Mientras Jesús se encontraba en un pueblo se presentó un leproso; el cual, viendo a Jesús, cayó rostro en tierra y le suplicaba:
—Señor, si quieres, puedes sanarme.
13 Extendió la mano y le tocó, diciendo:
—Lo quiero, queda sano.
Al instante se le fue la lepra.
14 Y Jesús le ordenó:
—No se lo digas a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés.
15 Su fama se difundía, de suerte que una gran multitud acudía a escucharlo y a sanarse de sus enfermedades.
16 Pero él se retiraba a lugares solitarios a orar.

Sana a un paralítico

(Mt 9,1-8; Mc 2,1-12; cfr. Jn 5,1-18)
17 Un día estaba enseñando y entre los asistentes había unos fariseos y doctores de la ley llegados de los pueblos de Galilea y Judea y también de Jerusalén. Él poseía fuerza del Señor para sanar.
18 Unos hombres, que llevaban en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo y colocarlo delante de Jesús.
19 Como no encontraban por donde meterlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, por el tejado, lo descolgaron con la camilla poniéndolo en medio, delante de Jesús.
20 Viendo su fe, le dijo:
—Hombre, tus pecados te son perdonados.
21 Los fariseos y los letrados se pusieron a discurrir:
—¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién, fuera de Dios, puede perdonar pecados?
22 Jesús, leyendo sus pensamientos, les respondió:
—¿Qué están pensando?
23 ¿Qué es más fácil? ¿Decir: se te perdonan los pecados, o decir: levántate y camina?
24 Pero para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados –dijo al paralítico–, yo te digo: levántate, carga con tu camilla y vuelve a tu casa.
25 Al instante se levantó delante de todos, cargó con lo que había sido su camilla, y se fue a su casa dando gloria a Dios.
26 El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios; sobrecogidos decían:
—Hoy hemos visto cosas increíbles.

Llama a Leví: comparte la mesa con pecadores

(Mt 9,9-13; Mc 2,13-17)
27 Al salir vio a un recaudador de impuestos, llamado Leví, sentado junto a la mesa de recaudación de los impuestos. Le dijo:
—Sígueme.
28 Dejándolo todo, se levantó y le siguió.
29 Leví le ofreció un gran banquete en su casa. Había un gran número de recaudadores de impuestos y otras personas sentados a la mesa con ellos.
30 Los fariseos y letrados murmuraban y preguntaban a los discípulos:
—¿Cómo es que comen y beben con recaudadores de impuestos y pecadores?
31 Jesús les replicó:
—No tienen necesidad del médico los que tienen buena salud, sino los enfermos.
32 No vine a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan.

Sobre el ayuno

(Mt 9,14-17; Mc 2,18-22)
33 Ellos le dijeron:
—Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen sus oraciones, y lo mismo hacen los discípulos de los fariseos; en cambio los tuyos comen y beben.
34 Jesús les contestó:
—¿Pueden los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos?
35 Llegará un día en que el novio les será quitado, y aquel día ayunarán.
36 Y les propuso una comparación:
—Nadie corta un trozo de un vestido nuevo para remendar uno viejo. Porque sería arruinar el nuevo, y el trozo nuevo no quedará bien con el vestido viejo.
37 Nadie echa vino nuevo en odres viejos; pues el vino nuevo reventaría los odres, se derramaría y los odres se echarían a perder.
38 El vino nuevo se ha de echar en odres nuevos.
39 Nadie que ha bebido el vino viejo quiere vino nuevo; porque dice: el añejo es mejor.



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