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Lucas




Capítulo

La prueba en el desierto

(Mt 4,1-11; cfr. Mc 1,12s)
1 Jesús, lleno de Espíritu Santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por el Espíritu al desierto,
2 donde permaneció cuarenta días, siendo tentado por el Diablo. En ese tiempo no comió nada, y al final sintió hambre.
3 El Diablo le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.
4 Le respondió Jesús:
—Está escrito: No sólo de pan vive el hombre.
5 Después lo llevó a un lugar muy alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo.
6 El Diablo le dijo:
—Te daré todo ese poder y su gloria, porque a mí me lo han dado y lo doy a quien quiero.
7 Por tanto, si te postras ante mí, todo será tuyo.
8 Le replicó Jesús:
—Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto.
9 Entonces lo condujo a Jerusalén, lo colocó en la parte más alta del templo y le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí,
10 porque está escrito: Ha dado órdenes a sus ángeles para que te cuiden
11 y te llevarán en sus manos, para que tu pie no tropiece en la piedra.
12 Le respondió Jesús:
—Está dicho: No pondrás a prueba al Señor, tu Dios.
13 Concluida la tentación, el Diablo se alejó de él hasta otra ocasión.

Comienza su proclamación

(Mt 4,12.17; Mc 1,14s)
14 Impulsado por el Espíritu, Jesús volvió a Galilea, y su fama se extendió por toda la región.
15 Enseñaba en sus sinagogas, y era respetado por todos.

En la sinagoga de Nazaret

(Mt 13,53-58; Mc 6,1-6)
16 Fue a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró un sábado en la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura.
17 Le entregaron el libro del profeta Isaías. Lo abrió y encontró el texto que dice:
18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos,
19 para proclamar el año de gracia del Señor.
20 Lo cerró, se lo entregó al ayudante y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él.
21 Él empezó diciéndoles:
—Hoy, en presencia de ustedes, se ha cumplido este pasaje de la Escritura.
22 Todos lo aprobaban, y estaban admirados por aquellas palabras de gracia que salían de su boca. Y decían:
—Pero, ¿no es éste el hijo de José?
23 Él les contestó:
—Seguro que me dirán aquel refrán: médico, sánate a ti mismo. Lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún, hazlo aquí, en tu ciudad.
24 Y añadió:
—Les aseguro que ningún profeta es aceptado en su patria.
25 Ciertamente, les digo que había muchas viudas en Israel en tiempo de Elías, cuando el cielo estuvo cerrado tres años y medio y hubo una gran carestía en todo el país.
26 A ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta en Sidonia.
27 Muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno fue sanado, sino Naamán el sirio.
28 Al oírlo, todos en la sinagoga se indignaron.
29 Levantándose, lo sacaron fuera de la ciudad y lo llevaron a un barranco del monte sobre el que estaba edificada la ciudad, con intención de despeñarlo.
30 Pero él, abriéndose paso entre ellos, se alejó.

Enseña y exorciza en Cafarnaún

(Mc 1,21-28)
31 Bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente.
32 Estaban asombrados de su enseñanza porque hablaba con autoridad.
33 Había en la sinagoga un hombre poseído por el espíritu de un demonio inmundo, que se puso a gritar:
34 —¿Qué tienes contra nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: ¡el Consagrado de Dios!
35 Jesús le increpó diciendo:
—¡Calla y sal de él!
El demonio lo arrojó al medio y salió de él sin hacerle daño.
36 Se quedaron todos desconcertados y comentaban entre sí:
—¿Qué significa esto? Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.
37 Su fama se difundió por toda la región.

Sana y exorciza en torno a la casa

(Mt 8,14-16; Mc 1,29-34)
38 Salió de la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Pedro estaba con fiebre muy alta y le suplicaban que hiciera algo por ella.
39 Él se inclinó sobre ella, increpó a la fiebre y se le fue. Inmediatamente se levantó y se puso a servirles.
40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban. Él ponía las manos sobre cada uno y los sanaba.
41 De muchos salían demonios gritando: ¡Tú eres el Hijo de Dios! Él los increpaba y no los dejaba hablar, pues sabían que era el Mesías.

Oración y misión de Jesús

(Mc 1,35-39)
42 Por la mañana salió y se dirigió a un lugar despoblado. La multitud lo anduvo buscando, y cuando lo alcanzaron, lo retenían para que no se fuese.
43 Pero él les dijo:
—También a las demás ciudades tengo que llevarles la Buena Noticia del reino de Dios, porque para eso he sido enviado.
44 Y predicaba en las sinagogas de Judea.



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