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Lucas




Capítulo

Sana a un hidrópico

1 Un sábado que entró a comer en casa de un jefe de fariseos, ellos lo vigilaban.
2 Se le puso delante un hidrópico.
3 Jesús tomó la palabra y preguntó a los doctores de la ley y fariseos:
—¿Está permitido sanar en sábado o no?
4 Ellos callaron.
Jesús tomó al enfermo, lo sanó y lo despidió.
5 Después les dijo:
—Supongamos que a uno de ustedes se le cae un hijo o un buey a un pozo: ¿acaso no lo sacará enseguida, por más que sea sábado?
6 Y ellos no supieron qué responderle.

Los primeros puestos

7 Observando cómo elegían los puestos de honor, dijo a los invitados la siguiente parábola:
8 —Cuando alguien te invite a una boda, no ocupes el primer puesto; no sea que haya otro invitado más importante que tú
9 y el que los invitó a los dos vaya a decirte que le cedas el puesto al otro. Entonces, lleno de vergüenza, tendrás que ocupar el último puesto.
10 Cuando te inviten, ve y ocupa el último puesto. Así, cuando llegue el que te invitó, te dirá: Amigo, acércate más. Y quedarás honrado en presencia de todos los invitados.
11 Porque quien se engrandece será humillado, y quien se humilla será engrandecido.
12 Al que lo había invitado le dijo:
—Cuando ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos o hermanos o parientes o a los vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán y quedarás pagado.
13 Cuando des un banquete, invita a pobres, mancos, cojos y ciegos.
14 Dichoso tú, porque ellos no pueden pagarte; pero te pagarán cuando resuciten los justos.

El banquete de bodas

(Mt 22,1-10)
15 Uno de los invitados, al oírlo, dijo:
—¡Dichoso el que se siente al banquete del reino de Dios!
16 Jesús le contestó:
—Un hombre daba un gran banquete, al que invitó a muchos.
17 Hacia la hora del banquete envió a su sirviente a decir a los invitados: Vengan, ya todo está preparado.
18 Pero todos, uno tras otro se fueron disculpando. El primero dijo: He comprado un terreno y tengo que ir a examinarlo; te ruego me disculpes.
19 El segundo dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego me disculpes.
20 El tercero dijo: Me acabo de casar y no puedo ir.
21 El sirviente volvió a informar al dueño de casa. Éste, irritado, dijo al sirviente: Sal rápido a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a pobres, mancos, ciegos y cojos.
22 Regresó el sirviente y le dijo: Señor, se ha hecho lo que ordenabas y todavía sobra lugar.
23 El señor dijo al sirviente: Ve a los caminos y veredas y oblígalos a entrar hasta que se llene la casa.
24 Porque les digo que ninguno de aquellos invitados probará mi banquete.

Presupuestos para ser discípulo

(Mt 10,37s)
25 Le seguía una gran multitud. Él se volvió y les dijo:
26 —Si alguien viene a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su mujer y sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.
27 Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo.
28 Si uno de ustedes pretende construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
29 No suceda que, habiendo echado los cimientos y no pudiendo completarla, todos los que miren se pongan a burlarse de él
30 diciendo: éste empezó a construir y no puede concluir.
31 Si un rey va a enfrentarse en batalla contra otro, ¿no se sienta primero a deliberar si podrá resistir con diez mil al que viene a atacarlo con veinte mil?
32 Si no puede, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación a pedir la paz.
33 Lo mismo cualquiera de ustedes: quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo.

(Mt 5,13; Mc 9,50)
34 Buena es la sal; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar?
35 Ya no sirve ni para el campo ni para abono; hay que tirarla. El que tenga oídos para oír que escuche.



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