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Lucas
Capítulo 
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Misión de los setenta y dos
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1 |
Después de esto designó el Señor a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y lugares adonde pensaba ir.
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2 |
Les decía: —La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores para su cosecha.
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3 |
Vayan, que yo los envío como ovejas entre lobos.
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4 |
No lleven bolsa ni alforja ni sandalias. Por el camino no saluden a nadie.
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5 |
Cuando entren en una casa, digan primero: Paz a esta casa.
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6 |
Si hay allí alguno digno de paz, la paz descansará sobre él. De lo contrario, la paz regresará a ustedes.
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7 |
Quédense en esa casa, comiendo y bebiendo lo que haya; porque el trabajador tiene derecho a su salario. No vayan de casa en casa.
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8 |
Si entran en una ciudad y los reciben, coman de lo que les sirvan.
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9 |
Sanen a los enfermos que haya y digan a la gente: El reino de Dios ha llegado a ustedes.
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10 |
Si entran en una ciudad y no los reciben, salgan a las calles y digan:
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11 |
Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies lo sacudimos y se lo devolvemos. Con todo, sepan que ha llegado el reino de Dios.
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12 |
Les digo que aquel día la suerte de Sodoma será menos rigurosa que la de aquella ciudad.
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Recrimina a las ciudades de Galilea
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13 |
¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y Sidón, hace tiempo habrían hecho penitencia vistiéndose humildemente y sentándose sobre cenizas.
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14 |
Y así, el juicio será más llevadero para Tiro y Sidón que para ustedes.
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15 |
Y tú, Cafarnaún, ¿pretendes encumbrarte hasta el cielo? Pues caerás hasta el abismo.
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16 |
Y dijo a sus discípulos: —El que a ustedes escucha a mí me escucha; el que a ustedes desprecia a mí me desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia al que me envió.
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Vuelven los setenta y dos
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17 |
Volvieron los setenta y dos muy contentos y dijeron: —Señor, en tu nombre hasta los demonios se nos sometían.
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18 |
Les contestó: —Estaba viendo a Satanás caer como un rayo del cielo.
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19 |
Miren, les he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada los dañará.
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20 |
Con todo, no se alegren de que los espíritus se les sometan, sino de que sus nombres están escritos en el cielo.
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21 |
En aquella ocasión, con el júbilo del Espíritu Santo, dijo: —¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, ésa ha sido tu elección.
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22 |
Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo.
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23 |
Volviéndose aparte a los discípulos, les dijo: —¡Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven!
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24 |
Les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; escuchar lo que ustedes escuchan, y no lo escucharon.
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Parábola del buen samaritano
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(cfr. Mt 22,34-40; Mc 12,28-34)
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25 |
En esto un doctor de la ley se levantó y, para ponerlo a prueba, le preguntó: —Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
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26 |
Jesús le contestó: —¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees?
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27 |
Respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo.
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28 |
Entonces le dijo: —Has respondido correctamente: obra así y vivirás.
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29 |
Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: —¿Y quién es mi prójimo?
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30 |
Jesús le contestó: —Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto.
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31 |
Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo.
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32 |
Lo mismo un levita, llegó al lugar, lo vio y pasó de largo.
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33 |
Un samaritano que iba de camino llegó adonde estaba, lo vio y se compadeció.
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34 |
Le echó aceite y vino en las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo cuidó.
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35 |
Al día siguiente sacó dos monedas, se las dio al dueño de la posada y le encargó: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta.
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36 |
¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los asaltantes?
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37 |
Contestó: —El que lo trató con misericordia. Y Jesús le dijo: —Ve y haz tú lo mismo.
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38 |
Yendo de camino, entró Jesús en un pueblo. Una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa.
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39 |
Tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras;
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40 |
Marta ocupada en los quehaceres de la casa dijo a Jesús: —Maestro, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en los quehaceres? Dile que me ayude.
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41 |
El Señor le respondió: —Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas,
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42 |
cuando una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y no se la quitarán.
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