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Marcos
Capítulo 
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Complot para matar a Jesús
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(Mt 26,1-5; Lc 22,1s; cfr. Jn 11,45-57)
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1 |
Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los letrados buscaban apoderarse de él mediante un engaño para darle muerte.
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2 |
Pero decían que no debía ser durante las fiestas, para que no se amotinase el pueblo.
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(Mt 26,6-13; cfr. Lc 7,36-50; Jn 12,1-8)
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3 |
Estando él en Betania, invitado en casa de Simón el Leproso, llegó una mujer con un frasco de perfume de nardo puro muy costoso. Quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza.
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4 |
Algunos comentaban indignados: —¿A qué viene este derroche de perfume?
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5 |
Se podía haberlo vendido por trescientos denarios para dárselos a los pobres. Y la reprendían.
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6 |
Pero Jesús dijo: —Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una obra buena conmigo.
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7 |
A los pobres los tendrán siempre entre ustedes y podrán socorrerlos cuando quieran; pero a mí no siempre me tendrán.
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8 |
Ha hecho lo que podía: se ha adelantado a preparar mi cuerpo para la sepultura.
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9 |
Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia, se mencionará también lo que ella ha hecho.
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10 |
Judas Iscariote, uno de los Doce, se dirigió a los sumos sacerdotes para entregárselo.
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11 |
Al oírlo se alegraron y prometieron darle dinero. Y él se puso a buscar una oportunidad para ello.
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Preparación de la cena pascual
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(Mt 26,17-19; Lc 22,7-13)
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12 |
El primer día de los Ázimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, le dijeron los discípulos: —¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
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13 |
Él envió a dos discípulos encargándoles: —Vayan a la ciudad y les saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Síganlo
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y donde entre, digan al dueño de casa: Dice el Maestro que dónde está la sala en la que va a comer la cena de Pascua con sus discípulos.
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15 |
Él les mostrará un salón en el piso superior, preparado con divanes. Preparen allí la cena.
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16 |
Salieron los discípulos, se dirigieron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
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(Mt 26,20-25; cfr. Lc 22,21-23; Jn 13,21-30)
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17 |
Al atardecer llegó con los Doce.
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18 |
Se pusieron a la mesa y, mientras comían, dijo Jesús: —Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar, uno que come conmigo.
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19 |
Entristecidos, empezaron a preguntarle uno por uno: —¿Soy yo?
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20 |
Les respondió: —Uno de los Doce, que moja el pan conmigo en la fuente.
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21 |
El Hijo del Hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del Hombre será entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.
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Institución de la Eucaristía
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(Mt 26,26-30; Lc 22,14-20; cfr. Jn 6,51-59; 1 Cor 11,23-25)
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22 |
Mientras cenaban, tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: —Tomen, esto es mi cuerpo.
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23 |
Y tomando la copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y bebieron todos de ella.
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24 |
Les dijo: —Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos.
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25 |
Les aseguro que no volveré a beber el fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios.
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26 |
Después cantaron los salmos y salieron hacia el monte de los Olivos.
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Anuncia el abandono de sus discípulos
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(Mt 26,31-35; Lc 22,31-34; cfr. Jn 13,36-38)
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27 |
Jesús les dijo: —Todos van a fallar, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.
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28 |
Pero, cuando resucite, iré delante de ustedes a Galilea.
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29 |
Pedro le contestó: —Aunque todos fallen, yo no.
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30 |
Le dijo Jesús: —Te aseguro que tú hoy mismo, esta noche, antes de que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.
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31 |
Él insistió: —Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Lo mismo decían los demás.
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(Mt 26,36-46; cfr. Lc 22,39-46)
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32 |
Llegados al lugar llamado Getsemaní, dijo a sus discípulos: —Siéntense aquí mientras yo voy a orar.
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33 |
Llevó con él a Pedro, Santiago y Juan y empezó a sentir tristeza y angustia.
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34 |
Entonces les dijo: —Siento una tristeza de muerte; quédense aquí y permanezcan despiertos.
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35 |
Se adelantó un poco, se postró en tierra y oraba que, si era posible, se alejara de él aquella hora.
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36 |
Decía: Abba, Padre, tú lo puedes todo, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
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37 |
Volvió, y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: —Simón, ¿duermes? ¿No has sido capaz de estar despierto una hora?
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38 |
Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
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39 |
Se retiró otra vez y oró repitiendo las mismas palabras.
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40 |
Al volver, los encontró otra vez dormidos, porque los ojos se les cerraban de sueño; y no supieron qué contestar.
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41 |
Volvió por tercera vez y les dijo: —¡Todavía dormidos y descansando! Basta, ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre será entregado en poder de los pecadores.
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42 |
Vamos, levántense, se acerca el traidor.
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(Mt 26,47-56; Lc 22,47-53; cfr. Jn 18,1-11)
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43 |
Todavía estaba hablando cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente armada de espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes, los letrados y los ancianos.
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44 |
El traidor les había dado una contraseña: Al que yo bese, ése es; arréstenlo y llévenlo con cuidado.
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45 |
Enseguida, acercándose a Jesús, le dijo: ¡Maestro!, y le dio un beso.
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46 |
Los otros se le tiraron encima y lo arrestaron.
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47 |
Uno de los presentes desenvainó la espada y de un tajo cortó una oreja al sirviente del sumo sacerdote.
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48 |
Jesús se dirigió a ellos: —Como si se tratara de un asaltante, han salido armados de espadas y palos para capturarme.
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49 |
Diariamente estaba con ustedes enseñando en el templo y no me arrestaron. Pero se ha de cumplir la Escritura.
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50 |
Y todos lo abandonaron y huyeron.
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Le seguía, también, un muchacho cubierto sólo por una sábana. Lo agarraron;
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pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
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(Mt 26,57s; Lc 22,54s; cfr. Jn 18,12-16)
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53 |
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes con los ancianos y los letrados.
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54 |
Pedro le fue siguiendo a distancia hasta entrar en el palacio del sumo sacerdote. Se quedó sentado con los empleados, calentándose junto al fuego.
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55 |
El sumo sacerdote y el Consejo en pleno buscaban un testimonio contra Jesús que permitiera condenarlo a muerte, y no lo encontraban,
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ya que aunque muchos testimoniaban en falso contra él, sus testimonios no concordaban.
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Algunos se levantaron y declararon en falso contra él:
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—Le hemos oído decir: Yo he de destruir este santuario, construido por manos humanas, y en tres días construiré otro, no edificado con manos humanas.
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Pero tampoco en este punto concordaba el testimonio de ellos.
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60 |
Entonces el sumo sacerdote se puso de pie en medio y preguntó a Jesús: —¿No respondes nada a lo que éstos declaran contra ti?
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(Mt 26,63b-66; Lc 22,66-71; cfr. Jn 18,19-21)
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61 |
Él callaba y no respondía nada. De nuevo le preguntó el sumo sacerdote: —¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?
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62 |
Jesús respondió: —Yo soy. Verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y llegando entre las nubes del cielo.
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63 |
El sumo sacerdote, rasgándose sus vestiduras, dijo: —¿Qué falta nos hacen los testigos?
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64 |
Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece? Todos sentenciaron que era reo de muerte.
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(Mt 26,67; Lc 22,63-65; cfr. Jn 18,22s)
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65 |
Algunos se pusieron a escupirle, a taparle los ojos y darle bofetadas diciendo: —¡Adivina quién fue! También los empleados le daban bofetadas.
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(Mt 26,69s; Lc 22,56s; cfr. Jn 18,17s)
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66 |
Estaba Pedro abajo en el patio, cuando una sirvienta del sumo sacerdote,
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67 |
viendo que se calentaba, se le quedó mirando y le dijo: —También tú estabas con el Nazareno, con Jesús.
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68 |
Él lo negó: —Ni sé ni entiendo lo que dices. Salió al vestíbulo y un gallo cantó.
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(Mt 26,71-75; Lc 22,58-62; cfr. Jn 18,25-27)
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La sirvienta lo vio y empezó a decir otra vez a los presentes: —Éste es uno de ellos.
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70 |
De nuevo lo negó. Al poco tiempo también los presentes decían a Pedro: —Realmente eres de ellos, porque eres galileo.
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71 |
Entonces empezó a echar maldiciones y a jurar que no conocía al hombre del que hablaban.
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72 |
Al instante cantó por segunda vez el gallo. Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: Antes de que el gallo cante dos veces me habrás negado tres. Y se puso a llorar.
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