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Marcos




Capítulo

Parábola de los viñadores malvados

(Mt 21,33-46; Lc 20,9-19)
1 Se puso a hablarles con parábolas:
Un hombre plantó una viña, la rodeó con una tapia, cavó un lagar y construyó una torre; se la arrendó a unos viñadores y se marchó.
2 A su debido tiempo, envió un sirviente a los viñadores para cobrar su parte del fruto de la viña.
3 Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías.
4 Les envió un segundo sirviente; y ellos lo maltrataron y lo injuriaron.
5 Envió un tercero, y lo mataron; y a otros muchos: a unos los apalearon, a otros los mataron.
6 Le quedaba uno, su hijo querido, y lo envió en último término, pensando que respetarían a su hijo.
7 Pero los viñadores se dijeron: Es el heredero. Lo matamos y la herencia será nuestra.
8 Así que lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
9 Ahora bien, ¿qué hará el dueño de la viña? Irá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros.
10 ¿No han leído aquel texto de la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular;
11 es el Señor quien lo ha hecho; y nos parece un milagro?
12 Intentaron arrestarlo, porque comprendieron que la parábola era para ellos. Pero, como tenían miedo a la gente, lo dejaron y se fueron.

Sobre el tributo al césar

(Mt 22,15-22; Lc 20,20-26)
13 Después le enviaron unos fariseos y herodianos para ponerle una trampa con las palabras.
14 Se acercaron y le dijeron:
—Maestro, nos consta que eres sincero e imparcial porque no juzgas según la apariencia de la gente, sino que enseñas con verdad el camino de Dios. ¿Es lícito pagar tributo al césar o no? ¿Lo pagamos o no?
15 Dándose cuenta de su hipocresía, les dijo:
—¿Por qué me ponen a prueba? Tráiganme una moneda, que la vea.
16 Se la llevaron y les preguntó:
—¿De quién es esta imagen y esta inscripción?
Le contestaron:
—Del césar.
17 Y Jesús replicó:
—Entonces den al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.
Y quedaron sorprendidos de su respuesta.

Sobre la resurrección

(Mt 22,23-33; Lc 20,27-40)
18 Se acercaron unos saduceos, quienes niegan la resurrección, y le dijeron:
19 Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguien muere y deja a su mujer sin hijos, su hermano debería casarse con la mujer para así dar descendencia a su hermano difunto.
20 Eran siete hermanos: el primero se casó y murió sin descendencia;
21 el segundo tomó a la viuda y murió sin descendencia; lo mismo el tercero.
22 Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos murió la mujer.
23 En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete estuvieron casados con ella.
24 Jesús les respondió:
—¿No están equivocados por esto, por no conocer las Escrituras ni el poder de Dios?
25 Cuando resuciten de entre los muertos, los hombres y las mujeres no se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo.
26 Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés el episodio de la zarza?
Dios le dijo:Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.
27 No es un Dios de muertos, sino de vivos. Ustedes están muy equivocados.

Sobre el precepto más importante

(Mt 22,34-40; Lc 10,25-28)
28 Un letrado que escuchó la discusión y al ver lo acertado de la respuesta, se acercó y le preguntó:
—¿Cuál es el precepto más importante?
29 Jesús respondió:
—El más importante es: Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es uno solo.
30 Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas.
31 El segundo es: Amarás al prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos.
32 El letrado le respondió:
—Muy bien, maestro; es verdad lo que dices: el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él.
33 Que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Al ver Jesús que había respondido acertadamente, le dijo:
—No estás lejos del reino de Dios.
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Sobre el Mesías y David

(Mt 22,41-46; Lc 20,41-44)
35 Cuando enseñaba en el templo, Jesús tomó la palabra y dijo:
—¿Por qué dicen los letrados que el Mesías es Hijo de David?
36 Si el mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, dijo:
Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.
37 David mismo lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?
La multitud escuchaba a Jesús con gusto.

Invectiva contra los letrados

(Lc 20,45-47)
38 Y él, instruyéndolos, dijo:
—Cuídense de los letrados. Les gusta pasear con largas túnicas, que los saluden por la calle,
39 buscan los primeros asientos en las sinagogas y los mejores puestos en los banquetes.
40 Con pretexto de largas oraciones, devoran los bienes de las viudas. Ellos recibirán una sentencia más severa.

La ofrenda de la viuda

(Lc 21,1-4)
41 Sentado frente a las alcancías del templo, observaba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia.
42 Llegó una viuda pobre y echó unas moneditas de muy poco valor.
43 Jesús llamó a los discípulos y les dijo:
—Les aseguro que esa pobre viuda ha dado más que todos los demás.
44 Porque todos han dado de lo que les sobra; pero ésta, en su indigencia, ha dado cuanto tenía para vivir.



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