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Mateo
Capítulo 
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(Mc 15,1; Lc 23,1; cfr. Jn 18,28)
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1 |
A la mañana siguiente los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo tuvieron una deliberación para condenar a Jesús a muerte.
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Lo ataron, lo condujeron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.
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3 |
Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas a los sumos sacerdotes y ancianos,
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diciendo: —He pecado entregando a un inocente a la muerte. Le contestaron: —Y a nosotros, ¿qué? Eso es problema tuyo.
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Arrojó el dinero en el santuario, se fue y se ahorcó.
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6 |
Los sumos sacerdotes, recogiendo el dinero, dijeron: —No es lícito echarlo en la alcancía, porque es precio de una vida.
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Y, después de deliberar, compraron el Campo del Alfarero para sepultura de extranjeros.
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Por eso aquel campo se llama hasta hoy, Campo de Sangre.
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9 |
Así se cumplió lo que profetizó Jeremías: Tomaron las treinta monedas, precio del que fue tasado, del que tasaron los israelitas,
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y con ello pagaron el campo del alfarero; según las instrucciones del Señor.
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(Mc 15,2-15; Lc 23,ss; cfr. Jn 18,33-38)
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11 |
Jesús fue llevado ante el gobernador, el cual lo interrogó: —¿Eres tú el rey de los judíos? Contestó Jesús: —Tú lo has dicho.
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Pero, cuando lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos no respondía nada.
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Entonces le dijo Pilato: —¿No oyes de cuántas cosas te acusan?
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Pero no respondió una palabra, con gran admiración del gobernador.
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(Mc 15,6-15; Lc 23,17-25; cfr. Jn 18,39–19,1.4-16)
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15 |
Por la Pascua acostumbraba el gobernador soltar a un prisionero, el que la gente quisiera.
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Tenía entonces un preso famoso llamado Barrabás.
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Cuando estaban reunidos, les preguntó Pilato: —¿A quién quieren que les suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?
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Ya que le constaba que lo habían entregado por envidia.
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Estando él sentado en el tribunal, su mujer le envió un recado: —No te metas con ese inocente, que esta noche en sueños he sufrido mucho por su causa.
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Mientras tanto los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud para que pidieran la libertad de Barrabás y la condena de Jesús.
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El gobernador tomó la palabra: —¿A cuál de los dos quieren que les suelte? Contestaron: —A Barrabás.
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22 |
Respondió Pilato: —¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías? Contestaron todos: —Crucifícalo.
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23 |
Él les dijo: —Pero, ¿qué mal ha hecho? Sin embargo ellos seguían gritando: —Crucifícalo.
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Viendo Pilato que no conseguía nada, al contrario, que se estaban amotinando, pidió agua y se lavó las manos ante la gente diciendo: —No soy responsable de la muerte de este inocente. Es cosa de ustedes.
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El pueblo respondió: —Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
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26 |
Entonces les soltó a Barrabás, y a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran.
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(Mc 15,16-20; cfr. Jn 19,2s)
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27 |
Entonces los soldados del gobernador condujeron a Jesús al cuartel y reunieron en torno a él a toda la guardia.
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Lo desnudaron, lo envolvieron en un manto escarlata,
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trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y pusieron una caña en su mano derecha. Después, burlándose, se arrodillaban ante él y decían: —¡Salud, rey de los judíos!
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Le escupían, le quitaban la caña y le pegaban con ella en la cabeza.
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Terminada la burla, le quitaron el manto y lo vistieron con su ropa. Después lo sacaron para crucificarlo.
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Crucifixión y muerte de Jesús
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(Mc 15,21-41; cfr. Lc 23,26-49; Jn 19,17-30)
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A la salida encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a cargar con la cruz.
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Llegaron a un lugar llamado Gólgota, es decir, Lugar de la Calavera,
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y le dieron a beber vino mezclado con hiel. Él lo probó, pero no quiso beberlo.
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Después de crucificarlo, se repartieron a suertes su ropa
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y se sentaron allí custodiándolo.
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37 |
Encima de la cabeza pusieron un letrero con la causa de la condena: Éste es Jesús, rey de los judíos.
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Con él estaban crucificados dos asaltantes, uno a la derecha y otro a la izquierda.
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Los que pasaban lo insultaban moviendo la cabeza
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y diciendo: —El que derriba el santuario y lo reconstruye en tres días que se salve; si es Hijo de Dios, que baje de la cruz.
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A su vez, los sumos sacerdotes con los letrados y los ancianos se burlaban diciendo:
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—Salvó a otros, y no puede salvarse a sí mismo. Si es rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él.
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43 |
Ha confiado en Dios: que lo libre ahora si es que lo ama. Pues ha dicho que es Hijo de Dios.
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44 |
También los asaltantes crucificados con él lo insultaban.
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45 |
A partir de mediodía se oscureció todo el territorio hasta media tarde.
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46 |
A media tarde Jesús gritó con voz potente: —Elí Elí lema sabactani , o sea: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
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Algunos de los presentes, al oírlo, comentaban: —Está llamando a Elías.
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Enseguida uno de ellos corrió, tomó una esponja empapada en vinagre y con una caña le dio a beber.
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Los demás dijeron: —Espera, a ver si viene Elías a salvarlo.
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Jesús, lanzando un nuevo grito, entregó su espíritu.
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El velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo, la tierra tembló, las piedras se partieron,
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los sepulcros se abrieron y muchos cadáveres de santos resucitaron.
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Y, cuando él resucitó, salieron de los sepulcros y se aparecieron a muchos en la Ciudad Santa.
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Al ver el terremoto y lo que sucedía, el centurión y la tropa que custodiaban a Jesús decían muy espantados: —Realmente éste era Hijo de Dios.
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Estaban allí mirando a distancia muchas mujeres que habían acompañado y servido a Jesús desde Galilea.
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Entre ellas estaban María Magdalena, María, madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.
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(Mc 15,42-47; Lc 23,50-56; cfr. Jn 19,38-42)
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57 |
Al atardecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús.
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Se presentó ante Pilato y le pidió el cadáver de Jesús. Pilato mandó que se lo entregaran.
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José lo tomó, lo envolvió en una sábana de lino limpia,
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y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había excavado en la roca; después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y se fue.
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Estaban allí María Magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro.
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Al día siguiente, el que sigue a la vigilia, se reunieron los sumos sacerdotes con los fariseos y fueron a Pilato
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a decirle: —Señor, recordamos que aquel impostor dijo cuando aún vivía que resucitaría al tercer día.
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Manda que aseguren el sepulcro hasta el tercer día, no vayan a ir sus discípulos a robar el cadáver, para decir al pueblo que ha resucitado de entre los muertos. Este engaño sería peor que el primero.
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Les respondió Pilato: —Ahí tienen una guardia: vayan y asegúrenlo como saben.
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66 |
Ellos aseguraron el sepulcro poniendo sellos en la piedra y colocando la guardia.
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