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Mateo




Capítulo

Parábola de los jornaleros de la viña

1 El reino de los cielos se parece a un hacendado que salió de mañana a contratar trabajadores para su viña.
2 Cerró trato con ellos en un denario al día y los envió a su viña.
3 Volvió a salir a media mañana, vio en la plaza a otros que no tenían trabajo
4 y les dijo: Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo debido.
5 Ellos se fueron. Volvió a salir a mediodía y a media tarde e hizo lo mismo.
6 Al caer de la tarde salió, encontró otros que no tenían trabajo y les dijo: ¿Qué hacen aquí ociosos todo el día sin trabajar?
7 Le contestan: Nadie nos ha contratado. Y él les dice: Vayan también ustedes a mi viña.
8 Al anochecer, el dueño de la viña dijo al capataz: Reúne a los trabajadores y págales su jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.
9 Pasaron los del atardecer y recibieron un denario.
10 Cuando llegaron los primeros, esperaban recibir más; pero también ellos recibieron la misma paga.
11 Al recibirlo, se quejaron contra el hacendado:
12 Estos últimos han trabajado una hora y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado la fatiga y el calor del día.
13 Él contestó a uno de ellos: Amigo, no estoy siendo injusto; ¿no habíamos cerrado trato en un denario?
14 Entonces toma lo tuyo y vete. Que yo quiero dar al último lo mismo que a ti.
15 ¿O no puedo yo disponer de mis bienes como me parezca? ¿Por qué tomas a mal que yo sea generoso?
16 Así los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.

Tercer anuncio de la pasión y resurrección

(Mc 10,32-34; Lc 18,31-34)
17 Cuando Jesús subía hacia Jerusalén, tomó aparte a los Doce discípulos y por el camino les dijo:
18 —Miren, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los sumos sacerdotes y letrados que lo condenarán a muerte.
19 Lo entregarán a los paganos para que lo maltraten, lo azoten y lo crucifiquen. Al tercer día resucitará.

Contra la ambición

(Mc 10,35-45)
20 Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacer una petición.
21 Él le preguntó:
—¿Qué deseas?
Ella contestó:
—Manda que, cuando reines, estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
22 Jesús le contestó:
—No saben lo que piden. ¿Son capaces de beber la copa que yo he de beber?
Ellos replicaron:
—Podemos.
23 Jesús les dijo:
—Mi copa la beberán, pero sentarse a mi derecha e izquierda no me toca a mí concederlo; esos lugares son para quienes se los ha destinado mi Padre.
24 Cuando los otros diez lo oyeron, se enojaron con los dos hermanos.
25 Pero Jesús los llamó y les dijo:
—Saben que entre los paganos los gobernantes tienen sometidos a sus súbditos y los poderosos imponen su autoridad.
26 No será así entre ustedes; más bien, quien entre ustedes quiera llegar a ser grande que se haga servidor de los demás;
27 y quien quiera ser el primero, que se haga sirviente de los demás.
28 Lo mismo que el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.

Sana a dos ciegos

(Mc 10,46-52; Lc 18,35-43)
29 Cuando se fueron de Jericó, un gran gentío le seguía.
30 Dos ciegos, que estaban sentados al costado del camino, al oír que Jesús pasaba, se pusieron a gritar:
—¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!
31 La gente los reprendía para que se callasen. Pero ellos gritaban más fuerte:
—¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!
32 Jesús se detuvo y les habló:
—¿Qué quieren que haga por ustedes?
33 Respondieron:
—Señor, que se nos abran los ojos.
34 Compadecido, Jesús les tocó los ojos y al punto recobraron la vista y le siguieron.



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